Ejercicios Espirituales

María, Madre de la Iglesia.

En el Cenáculo, María ora por toda la Iglesia, no sólo por la que entonces nace. Es la Iglesia de todos los tiempos la que nace en su Corazón de Madre. Su súplica anhelante convierte a Saulo camino de Damasco, toca el alma de Agustín en Milán, acompaña a Benito de Nursia a Subiaco o a Francisco de Asís al monte Albernia. Convierte a Ignacio en Loyola. En la cueva de Manresa ilumina maternal sus Ejercicios Espirituales escritos con «instinto divino, divino quodam instinctu» (PÍO XI, Sum. Pontif., 25-7-22).

Ejercicios que son «escuela del espíritu en que se forjan auténticos apóstoles inflamados en el fuego del Corazón de Cristo, para cualquier estado y condición de vida…. Escuela de la que saldrán, como del Cenáculo de Jerusalén, fortísimos en la fe, armados de una constancia invencible en medio de las persecuciones, abrasados en el celo, sin otro ideal que propagar pro doquiera el reino de Cristo» (PIO XI, Quad. anno, 15-5-31).

María, Reina y Madre de los Ejercicios, con su ferviente oración en Pentecostés, prolongada sin cansarse desde el cielo, atrae así el Espíritu Santo sobre esos «providenciales cenáculos en donde los corazones generosos oyen la voz del Señor que los invita a ser sus cooperadores en la reorganización del mundo» (PÍO XI, Mens nostra, 20-12-29).

La Virgen hace de los Ejercicios «escuela aún hoy insustituible para introducir las almas en una mayor intimidad con Dios. Escuela que parece inventada precisamente para nuestro tiempo y nuestra psicología» (PABLO VI, 9-2-72). Es que María «asunta al cielo no abandona su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa iluminándonos con los dones de la salvación eterna» (VAT. II, LG 62).

(P. Tomás Morales, S.J.)

Conclusiones del Papa al terminar sus Ejercicios Espirituales 2010.

El pasado domingo, 28 de febrero, Benedicto XVI, al culminar sus Ejercicios Espirituales anuales dirigidos por el salesiano Enrico Dal Covolo, dijo que “el hombre no es perfecto en sí mismo, el hombre necesita relación, es un ser en relación… Necesita de la escucha, de la escucha del otro, sobre todo del Otro con mayúscula, de Dios. Sólo así se conoce a sí mismo, sólo así se convierte en sí mismo”.

Y que siempre veía “aquí a la Madre del Redentor, la Sedes Sapientiae, el trono viviente de la sabiduría encarnada en su seno. Y como hemos visto, san Lucas presenta a María precisamente como mujer del corazón a la escucha, que está inmersa en la Palabra de Dios, que escucha la Palabra, la medita (synballein) la compone y la conserva, la custodia en su corazón. …María está aquí rodeada de los padres y las madres de la Iglesia, de la comunión de los santos. Y así vemos y entendemos propiamente en estos días que en el yo aislado no podemos escuchar realmente la Palabra: sólo en el nosotros de la Iglesia, en el nosotros de la comunión de los santos… En estos días hemos profundizado con la ayuda de Dios nuestra consagración. Así, con nuevo coraje, queremos ahora afrontar nuestra misión”.

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